miércoles, 1 de junio de 2016

Selva Dentro

 CAPITULO I.a
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          No tenga pena chula – y dirigiéndose al policía-. Oiga sargento. Usted no me va “azarear” delante de tanto mirón a la señorita.  Yo que no tengo vela en este entierro, la puedo registrar en el sanitario.


-          ¿Quién me garantiza su honestidad?
-          Me extraña que no me conozca.  Soy la Chayo Puertas: Presidenta del Comité de damas del Mercado Central, que apoyo al partido del Señor Presidente y …..
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              Está bien. Registre la rapidito, antes de que se vaya el tren.

Abrieron paso para que se encerrarán el el retrete del fondo. Las mueres envidiosas de la hermosura de la joven, comentaban que tenía aspecto de cabaretera, mientras los hombres deslumbrados por su encanto criollo de antemano la declaraban inocente.

El estoque de un sílbatazo se hundió en el costado de la montaña.  Preocupado, el sargento golpeó la puertecilla con su bastón y salió la mujer del pueblo seguida de la muchacha.

¿Le halló mi cartera? – se apresuró a preguntar el acusador.

La fulminante mirada de la vendedora fue el preludio de tempestad.
¡Vividor! “Padrote” desgraciado. No le da vergüenza desacreditar a una mujer honrada?

Enfadado el sargento vio despectivo al de las viruelas. ¿Está satisfecho?

-No – dijo- mostrando na tarjeta. Soy Jonás Monterrojo: chofer del Ministro Montesinos. Si me niegan ayuda, puedo hacer que los vuelen del chance.

- No le haga caso a este “chabelón”- chilló manoteando la lideresa. -¡Tan solo mírenle la cara de mañoso!.

Los policías permanecieron indecisos dando lugar a que el acusador se insolentara.

-Exijo que detengan a esa mujer y su cómplice.

Los pasajeros antipatizaron con él y hablaban de arrojarlo por una de las ventanillas por lo que me vi obligado a identificarme como autoridad en goce de franco. 

Hastiado por la altanería de Monterrojo, el sargento le advirtió:
-A mí no me intimida. Se me baja del tren ahora mismo, si no quiere pasar la Semana Santa en la cárcel.

¡Trakatán! Atronó el convoy al sacudir su espinazo mientras el silbato advertía la marcha. Las ruedas comenzaron a girar lentamente cuando el provocador del escándalo fue arrojado de un empellón a tierra por los policías. Levantándose corrió a la par de vagón y jadeando se acercó a mi ventanilla.
-Esto no se va a quedar así – me gritó.

Su siniestra figura se fue perdiendo en la distancia como una marioneta gesticuladora.  Percibí fragancia floral Sandra se acomodó cerca de mí, quizás por sentirse amparada.

Su nombre me sonaba exótico. La contemplé mientras con modulación acariciante me decía:
-Espero que no haya hecho caso de la acusación de aquel hombre. Me tomó por sorpresa. Yo creo que me confundió con otra persona porque….

- Olvidémoslo – corté. Se me hizo molesto una explicación porque no tenía por qué dármela.

Pasamos por Palín, la región enclavada en la cordillera.  La serpiente de mil ruedas se precipitaba de la cumbre vomitando fuego por la fauces mientras emitía alaridos como una bestia herida en busca del mar. 

La fetidez del humo de la locomotora penetró por las ventanillas. Por estar al extremo del asiento me incliné a cerrarla percibiendo el perfume de mi compañera de viaje que miraba un potrero donde los vaqueros arreaban ganado cimarrón.  Aquel bravío cuadro evocó mi juventud.

¿Le gusta el campo? – le pregunté al ver su placentera sonrisa.
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            Me fascina, pero ya ve usted cómo es la vida:  Mientras unos desean salir de la ciudad, otros creen que es un paraíso y sueñan con trasladarse.   Para luego hallarse en un hormiguero humano falto de piedad.   Digamos en mi caso, ¿Qué tenía que salir de mi tierra?
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       Dejó de ver el potrero para fijarse en mí, preguntando con una sonrisa:
-          ¿De donde es usted?
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      De Casillas, un publecito cercano a la laguna.
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      Sus negras pupilas, la tez canela, el cabello desbordando en cascada de ébano sobre sus torneados hombros y los sensuales matices de su voz, formaban una guirnalda de gracias dignas de ser cantada en versos de oro.

      Le narré mis aventuras de domador de potros en la Hacienda La Virgen y ella me habló de su soledad desde hacía un año por la muerte de u madre. De su niñez recordaba una cabaña entre palmeras frente al mar.  Quizás aquello fuera el origen de su nombre.

Llanura  y cielo se besaban mientras las nubes eran rebaño arreado por el viento.  Sandra contemplaba la magnificencia de la costa dándole la última mirada a los vaqueros, Centauros poseedores de la llanura entre los cascos de sus caballos.  Oleo de potreros, cañaverales y bosques de pujante vegetación donde solo faltaba ver salir algún venado para confirmar su primitivez.

El Puerto de San José,  Romántico pueblo de palma y arena recibió a los visitantes con su eterno rumor de olas.

Escogimos un hotelito frente a la faja tornasol del Océano y nuestros apartamentos quedaron contiguos.  

Como en el restaurante amenizaba una marimba, la invité y danzamos hasta que desaparecieron las mil facetas que el sol pinta en su ocaso tras el mar.  Surgió el romántico plenilunio mientras las cuerdas de una guitarra vibraba con acento de plata en manos de un marinero; sin embargo callé mi sentimiento despidiéndome con un amable buenas noches.

No podía dormir culpando a los mosquitos.  Mi contrariedad fue por no haberle dicho que la amaba, temeroso que me tomara por un bromista.  Mi reloj marcaba las once de la noche.  Al acercarme a la ventana vi salir del hotel a una mujer cubierta con tenue bata de muselina jugueteando al viento. 

Los rayos de la luna perfilaban a Sandra.  Estuve tentado a llamarla pero cambié de idea saliendo tras sus menudos pasos marcados en la arena y al llegar a un paraje despoblado se despojó dejando ver su escultural cuerpo que lucía trusa blanca… Frente estaba la mujer y el mar.

Me quité los zapatos dispuesto a prestarle ayuda en caso necesario; no pudiendo contenerme salí de mi escondite tras de unos cocoteros aproximándome hasta donde morían las olas, quedando asombrado al ver que nadaba como una sirena.  Terminado el baño volvió a la paya y al verme, como si adivinara mi pensamiento musitó:

¡Alberto! ¿Usted aquí?

Quedamos próximos hasta confundir nuestro aliento y al despertar en mi el hombre, la tomé en mis brazos. Nuestros ojos hablaron mas que cualquier palabra porque los labios se buscaron mientras a lo lejos escuchábamos voces. Alguien se aproximaba.
-         
      ¡Mi bata! – exclamó rompiendo el encanto. La recogí de la arena, se apresuró a cubrirse y yo me puse los zapatos.
-         
      Un grupo de muchachos nos enfocó con sus linternas y silbaron al vernos.
-          Bonita noche don…..- saludó uno.
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      Muy buena para pesca – respondí- Hay buena luna.

Burbujearon risas picarescas mientras nosotros abrazados volvíamos al hotel.  Aquella noche inolvidable hubo fiesta de caricias y promesas hasta caer rendidos.

*******
La sorda sirena de un vapor mugió desde el fondeadero espantando parvadas de perícas que alborotaban en las palmeras cuando el sol extendía luz.


Miré el reloj. ¡ Qué barbaridad! Marcaba las diez de la mañana. Extendí la mano para acariciar a Sandra, pero no estaba.

viernes, 27 de mayo de 2016

Selva Dentro


CAPITULO    I

Semana Santa en el Trópico

Abril vestía túnica de jacarandas.  Las ruedas del tren cantaban un son sin melodía sobre la marimba de los durmientes castigando los rieles, mientras el bamboleo del vagón me provocaba sueño.  El estridente silbato de la vieja locomotora pregonó su llegada de paso por Amatitlán.  Entreabrí los ojos al escuchar la risa de un grupo de vendedoras de policromada blusa y nagua larga. Las flores del trópico asaltaron a los pasajeros con el arma de su melosa sonrisa ofreciendo cajetas de dulces populares.  Bostezando saqué de mi  guayabera una cajetilla de cigarrillos y antes de que me llevara uno a los labios penetró con paso apresurado una mujer vestida de jersey blanco, perseguida por un hombre mal encarado que atropellando pasajeros y vendedoras le dio alcance sujetándola de un hombro sin ningún miramiento.  Creí que se trataba de algún altercado entre marido y mujer pero al escucharla pidiendo socorro me levanté a separarlo de un tirón advirtiéndole:

-Esa no es la forma de tratar a una mujer.
Frustrado en su acometida, su rostro picado de viruela enrojeció mientras bufaba:
-          No intervenga que no sabe quién soy.
-          Ni me importa- respondí indignado- Por lo visto es un cobarde.

Con Mirada de perdona vidas me miró de pies a cabeza lanzando un escupitajo.

-          A la mujeres hay que ponerlas firmes.
-          Quienes escuchaban comentaron desaprobándolo mientras yo atendía a la muchacha recordando a mis hermanas  a las cuales no hubiera permitido que las maltratar ningún patán.
¿Le duele? – pregunté a la hermosa desconocida que se friccionaba el cuello.
-Un poco- Creo que más fue el susto.
El de las viruelas comentó con suficiencia:
-Así soy yo.  Conmigo las mujeres no juegan.
Irritado por su repulsiva sonrisa repliqué:
-          Lo que hizo no es de hombres.
¿Entonces, qué cree que soy? – su tono era desafiante.
La joven me mostraba su hombro amoratado cuando de insólito recibí un puñetazo en el pulmón izquierdo que me hizo tambalear.  Reaccionando por su alevosía lo castigué con los puños sin que le valiera defensa, hasta sangrarle los labios.

El vagón se convirtió en un canasto de pericas rebosante de gritos y unas  viejas noveleras clamaron por la policía que no se hizo esperar al presentarse dos agentes de la autoridad al servicio del convoy.  Uno de ellos, sargento de bigote espinudo intervino:

¿Por qué tanto desorden?
Autoritario blandió su batón de membrillo y el desconocido escupiendo sangre se apresuró a decir:

-          Esa mujer me robó y este me agredió sin motivo.
-          ¿Usted qué dice?- me preguntó el sargento.
-          Yo intervine para que este salvaje no lastimara a la señorita.
-          Los pasajeros afirmaron mi declaración.
¿Cómo fue? – preguntó a la joven que sin perder compostura repasaba el carmín de sus labios.
-          Lo que dijo este hombre es mentira.  Yo no soy ladrona.
-          No estoy segura que caras vemos…
-          Todo fue porque no le celebré una flor de mal gusto.
El Sargento se rascó el bigote murmurando:
-          Todo esto me parece raro.
“Que la registren, que la registren” – exigieron los pasajeros convertidos en jurado popular mientras el  oficial miraba inquisitivo a la acusada.
¿Cuál es su nombre?
-          Sandra del Mar.
-          - ¡Ya se lo voy a creer!  Eso parece el título de una canción.
-          Brotaron risas escépticas, sin embargo me pareció natural aquel nombre para una sirena vestida a la moda.  Ella respingó buscando algo dentro de su bolso de piel de lagarto.
-          No miento. Puedo identificarme.
Los mostachos del sargento aletearon por una sonrisa.
-Con su palabra me basta, pero no se escapa de la registrada.
-¡Delante de todos!
Sus hermosos ojos negros se redondearon de asombro hasta que intervino una señora gorda con aire protector.

-          No tenga pena chula – y dirigiéndose al policía-. Oiga sargento. Ustéd no me va “azarear” delante de tanto mirón a la señorita.  Yo que no tengo vela en este entierro, la puedo registrar en el sanitario.

martes, 24 de mayo de 2016

UN SOÑADOR

ROBERTO PÉREZ PANIAGUA
UN   SOÑADOR

No tuve el privilegio de conocer a este Ilustre Caballero. 

Sin embargo tengo más de 16 años de escuchar muchas Historias de EL.  

UN SOÑADOR, un hombre que a pesar de las circunstancias que tuvo que vivir, supo SOÑAR.

Trabajó de Jefe de Técnico de Departamento de Planta de Canal 7  ( Cerro Alux, Sacatepéquez), con horario de 24 x 24 horas.  Desde muy pequeño le gustó mucho escribir.

Durante su etapa de estudiante tuvo la oportunidad de tener un MAESTRO " En todo su concepto", aquel que apoya a sus estudiantes, que se preocupa por conocer sus intereses. Al ver que este niño inquieto le encantaba escribir, lo motivo que no soltara ese SUEÑO, y que pasara lo que pasara lo desarrollara.

Compró una maquina Remington, la cual llevaba a todos lados, porque tiempo que tuviera libre,retomaba sus SUEÑOS.  Eso no impidió que dejara una huella de Amor y Entrega a sus 3 Hijos y a sus 5 Nietos que pudieron compartir de primera mano todos sus SUEÑOS.

Libros Publicados:     1.- Los Consejos de Un Viejo
                                   2.- Trece Cielos

Novelas, Inéditas: 1.- Selva Adentro
                               2.- Balam Acam
                               3.- Poemarios

En su Memoria, estaré transcribiendo estas Obras, esperando que todos aquellos que se identifiquen con sus Historias, se recreen con la imaginación de UN SOÑADOR.

Con respeto y cariño.

Pamela de Villafuerte