Ningún libro da lecciones que enseñen la experiencia y hay que tener paciencia sufriendo los tropezones.
No hay quien nazca sabiendo puesto que hasta Adán y Eva tuvieron amarga prueba por un pecado tremendo.
Como mi madre decía cuando me queme en el fuego: Una vez le pasa al ciego, en la otra no confía.
Así es como los instruidos que hoy obtienen honores, cometiendo mil errores llegaron a redimirlos.
Cuando llegue la ocasión no hay que desesperar porque a fuerza de errar se alcanza la perfección.
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