Cuando Dios le dijo a Adán, que trabajara arduamente con el sudor de su frente, para ganarse el pan, no fue aquello maldición como muchos pensarán, repudió verlo holgazán y le concedió un don.
En manos del hombre honrado, el trabajo es alegría y en hacerlo se extasía, por salir beneficiado.
Por eso con gran cariño debe apreciarse el trabajo, que seguridad le trajo al hombre, mujer y niño.
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